lunes, 29 de diciembre de 2014

Autorregulación en la terapia de pareja

Terapia de Pareja

Los problemas en la relación de pareja son una de las principales fuentes de infelicidad, ansiedad y depresión.


En su convivencia, todas las parejas se van a enfrentar a una serie de problemas, conflictos que resolver y discrepancias que afrontar. En algunas relaciones, las parejas se instalan con facilidad en un enfrentamiento continuado, al partir de la idea de que el fin del conflicto pasa por el cambio del “otro”, ya que es “la causa de que las cosas no funcionen”. En estos contextos las amenazas, los reproches o “los silencios” forman parte cotidiana de la vida en común. La convivencia se carga de críticas, enfados y riñas, y se abandonan las dinámicas de afecto, amor y cuidado.

Un modelo de trabajo para parejas puede ser la autorregulación y el autocontrol  para conseguir el objetivo de focalizar la atención para cambiar sus pensamientos, comportamientos y afectos para de ese modo, aumentar la satisfacción personal con la relación. Se buscaría de esta manera potenciar a la persona para que cambie su relación y no tanto  buscar para que cambie  “el otro”.



El objetivo es cambiar la relación partiendo del cambio personal.


En este proceso se podrían  trabajar las siguientes competencias:

  • Autovaloración: se precisan con exactitud las debilidades y fortalezas de las formas de actuar propias y de la pareja en momentos específicos, detallando las acciones, pensamientos y emociones presentes. Se analizan, sin culpa ni hostilidad, los factores contextuales y situaciones estresantes y las dificultades personales que pueden facilitar o promover determinadas pautas propias o de la pareja. Por ejemplo, evaluar situaciones de discusión identificando el funcionamiento personal que han podido ayudar a perjudicar en la interacción.
  • Marcar objetivos personales: se definen acciones específicas que la persona puede llevar a cabo para promover un funcionamiento en la pareja más satisfactorio. Siguiendo con el ejemplo de las discusiones, la persona establece qué nuevas pautas de comunicación va a potenciar, cómo va a responder a determinados comentarios de su pareja o qué tipo de pensamiento va a modificar o cambiar.
  • Planificar el cambio: se detalla de manera precisa cómo se va a actuar para alcanzar los objetivos marcados. Se ensayan las nuevas formas de actuar y se busca el momento mejor para mantener un diálogo con la pareja en el que se pongan en práctica los nuevos comportamientos.
  • Autoevaluación de los esfuerzos de cambio: se valora la tarea respecto a su adecuación en relación a los objetivos y se planifican posibles ajustes o modificaciones si fuese necesario.


María José Carrasco Galán, Técnica de autocontrol. Ediciones Pirámide
María José Luna, Psicóloga General Sanitaria de ISANEP



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NAVIDAD y las compras navideñas

¿Compras compulsivas y gasto desmesurado en las fiestas navideñas?

Llega la Navidad y en estas fechas todos nos vemos con la obligación de alguna u otra forma de gastar dinero en regalos, dulces, comidas… etc.

Analicemos una de las patologías que suelen tener con respecto al gasto.


Algunas personas sienten el deseo irrefrenable de adquirir objetos en la mayoría de los casos innecesarios e incluso repetitivos. Aparece un estado de ansiedad o irritación que sólo se calma cuando se ha satisfecho la compra. Una vez hecha la compra, se experimenta una sensación de alivio seguida, posteriormente, de intensos sentimientos de culpa. Se compran cosas que, nada más ser adquiridas, pierden interés, tirándose muchos de los artículos comprados, regalándolos o escondiéndolos.



Las personas con este problema suelen tener un alto nivel de endeudamiento por el nivel de gasto, lo que acarrea a su vez graves perjuicios personales y/o familiares.

Según un estudio impulsado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en coordinación con otras entidades regionales, un 33 por ciento de la población adulta (32 por 100 de los hombres y 34 por 100 de las mujeres) tiene problemas de adicción a la compra, de compra impulsiva y de falta de control del gasto; un 18 por 100 presenta un nivel importante de adicción y un 3 por 100 llega a niveles que pueden considerarse patológicos.

El tratamiento psicológico para poder reducir estas compras impulsivas pasaría por la autoobservación y registro de los gastos y las compras efectuadas, pautas de control estimular, limitándose el acceso a las cuentas y tarjetas de crédito y la cantidad de dinero diario disponible, junto con la evitación de lugares y situaciones de riesgo que le inducían a comprar.

Si tienes algún problema de este tipo no dudes en acudir a nuestro Gabinete de Psicología General Sanitaria ISANEP

María José Luna, Psicóloga General Sanitaria. Nº Colegiada AN-08316

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jueves, 18 de diciembre de 2014

La sobreprotección

¿Qué entendemos por sobreprotección?

¿somos conscientes del perjuicio que causamos a nuestros hijos?

En el siguiente artículos vemos como los procesos de cuidados a nuestros hijos pueden dañarlos sin que nos demos cuenta de ello.

En el artículo se analizan cuales son los peligros que conlleva no saber o no detectar a tiempo la conducta de los padres en el cuidado a sus hijos.



La raza humana, como muchas razas animales, posee el instinto de protección al prójimo de manera innata. Una vez la mujer da a luz, su organismo genera una serie de hormonas cuyo objetivo es facilitar la supervivencia del recién nacido.

Los humanos somos los que más alargamos el periodo de cuidado de nuestros hijos; mientras algunos animales se separan de ellos al poco tiempo de nacer, la raza humana dedica años al cuidado y la crianza, por razones obvias; dado que nuestro cerebro adquiere las capacidades de manera escalonada y las va perfeccionando poco a poco, nuestra supervivencia quedaría en peligro sin el cuidado de un mayor.

Este proceso de cuidado hace referencia a la denominada “protección”. Si dejamos a un lado este aspecto instintivo y miramos más allá, encontramos en muchos padres la voluntad de “sobreprotección”. Se da cuando no solo se cubren las necesidades básicas de los hijos, sino que, además, se les imposibilita el uso y desarrollo de las capacidades personales a medida que van adquiriéndolas.

Son padres que hablan por sus hijos, sin darles la oportunidad de elegir; que solucionan todos sus problemas, sin darles la oportunidad de aprender de ellos; que no establecen normas de comportamiento y que no ofrecen consecuencias a determinadas conductas, para evitarles un sufrimiento que, para muchos, puede dañar su autoestima y la relación familiar.

Pero, ¿qué verdad existe en las creencias que comparten los padres sobreprotectores? Quizás la sobreprotección tenga beneficios a corto plazo.


En un momento dado, parece razonable pensar que dicha sobreprotección puede hacer feliz a la persona. No obstante, si miramos más allá y entendemos la figura del niño como adulto en un futuro (mucho menos lejano del que muchos padres se imaginan), entenderemos que a largo plazo no genera beneficios para nuestro hijo.

¿Qué peligros conlleva la sobreprotección?

1- Imposibilidad de desarrollar sus habilidades

Con la sobreprotección estamos impidiendo el desarrollo de habilidades tan importantes como la solución de problemas, la generación de alternativas, la empatía y la autonomía, entre otros.
La primera fuente de aprendizaje significativo se da mediante la experiencia directa, y para que se dé, deben darse experiencias directas. El niño que no se cae en el parque no entiende que debe ir con cuidado si no se quiere lastimar. El niño que no necesita pedir agua porque siempre la tiene disponible, no va a aprender a verbalizar sus necesidades. El niño al que no se le asignan pequeñas responsabilidades adaptadas a su edad, no aprenderá a hacerse cargo de asuntos importantes.

Las habilidades se mejoran con la práctica. Si no hay práctica, no mejoran. Si no mejoran, estamos mermando la capacidad de desarrollo personal.

2- Inseguridad

Con el tiempo, estaremos creando personas inseguras. Si no le hemos dado las herramientas para solucionar sus propios problemas sin la ayuda de los demás, se verá incapaz de enfrentarse a ello por sí solo.

3- Personalidad dependiente

Ante lo anterior, desarrollará una personalidad dependiente que le imposibilitará dar un paso sin la ayuda de los demás. De esta manera, la sobreprotección imposibilita la autonomía personal. A la larga, además, su autoestima y su autoconcepto también pueden verse mermados.

4- Imposibilidad de aprender de sus errores

Si evitamos que el niño se haga cargo de sus responsabilidades, estaremos impidiendo que sea consciente de sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No podrá recibir información de lo que debe mejorar, de la misma manera que tampoco podrá demostrar qué realiza de manera correcta para conseguir el refuerzo de la sociedad.

Esta privación de feedback personal mermará su capacidad de autocrítica, por lo que no sabrá aceptar sus errores ni aprender de ellos.

5- Insatisfacción

Todo ello, con los años, genera insatisfacción generalizada. A la larga, esta insatisfacción puede afectar a todos los ámbitos de la vida, sobre todo al personal. Con la sobreprotección, al niño convertido en adulto se le hará verdaderamente difícil mantener una vida ordenada y positiva; pueden ser frecuentes los problemas laborales, las relaciones tóxicas, y la imposibilidad de crear vínculos positivos basados en el respeto hacia la otra persona y hacia sí mismo.

Si bien puede parecer razonable querer educar a nuestros hijos sin ningún tipo de preocupaciones para poder garantizar su felicidad, con el paso de los años esta sobreprotección puede crear adultos no preparados para las situaciones que genera la vida. El proceso de crianza infantil debe contener también unas dosis de responsabilidad muy necesaria hoy en día.

Mireia Navarro Licenciada en Psicología (Universitat de València), con Master en Psicología y Gestión Familiar. Experiencia en psicología clínica y educativa. Servicio de Psicología domiciliaria. Intervención en contextos naturales
(Fuente: psicopedia.org)
Psicóloga General Sanitaria de Isanep

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lunes, 15 de diciembre de 2014

DEPRESIÓN Y OBESIDAD

Vemos en el siguiente artículo como Marmorstein ha conseguido resultados en su estudio que nos llevan a pensar en la relación entre la depresión y la obesidad.



La autora aclara que este estudio no fue diseñado para investigar las razones de estas asociaciones, pero sí que sería posible establecer algunas explicaciones, como que una persona al padecer depresión puede conducir a la obesidad a través de un aumento del apetito, de los patrones de sueño o de la falta de actividad física, y a la inversa, la obesidad puede llevar a la depresión por el aumento del peso, la falta de autoestima.



La depresión y la obesidad se han asociado habitualmente, pero cómo evoluciona esta relación a lo largo del tiempo no está del todo claro. Una nueva investigación realizada en la Universidad de Rutgers-Camden muestra que las adolescentes que sufren cualquiera de estas dos enfermedades tiene un mayor riesgo de padecer la otra a medida que crecen.

“La adolescencia es un periodo de desarrollo clave para la obesidad y la depresión, así que pensamos que sería significativo estudiar la aparición de estos trastornos a una edad temprana”, dice Naomi Marmorstein, profesora asociada de psicología en la Rutgers-Camden.

Mediante la evaluación de una muestra de más de 1.500 hombres y mujeres en Minnesota durante un período de más de 10 años, Marmorstein y dos colegas encontraron que la depresión que aparece en la adolescencia temprana en las mujeres predice la obesidad al final de la adolescencia.

Por otra parte, la obesidad que se produce en la adolescencia tardía en las mujeres predice la aparición de la depresión en la adultez temprana. No se encontraron asociaciones significativas entre los dos trastornos a lo largo del tiempo en los varones de este estudio.

Cuando los investigadores han intentado establecer relaciones temporales entre obesidad y depresión los resultados no han sido claros. Algunos encontraron que la depresión y la obesidad van de la mano, mientras que otros no vieron esa conexión. Este estudio ha tratado de dar el siguiente paso en el esclarecimiento de esta relación, siguiendo en el tiempo a una muestra de jóvenes de entre 11 y 24 años.

El método utilizado en la investigación incluyó la recurrencia o persistencia de la depresión y la obesidad a lo largo del tiempo en lugar de centrarse en el inicio de cada trastorno. Los participantes en el estudio de Marmorstein fueron evaluados a los 11, 14, 17, 20 y 24 años mediante el uso de mediciones de altura y peso y el diagnóstico basado en entrevistas clínicas de trastorno depresivo mayor.

Marmorstein hace hincapié en que este estudio no fue diseñado para investigar las razones de estas asociaciones, pero sí que es posible establecer algunas explicaciones. Para la autora del estudio la depresión puede conducir a la obesidad a través de un aumento del apetito, de los patrones de sueño o de la falta de actividad física, mientras que la obesidad puede llevar a la depresión debido a variables como el estigma del peso, la falta de autoestima y la movilidad reducida.

Cuando una persona es joven aún están en desarrollo sus patrones de alimentación y de actividad, así como los mecanismos de supervivencia “, explica Marmorstein “En esta línea, si se llega a experimentar un episodio depresivo a los 14 años, es razonable pensar que exista un mayor riesgo de establecerse patrones poco saludables que perduren en el tiempo”.

Un niño que es obeso puede ser más susceptible a los mensajes sociales negativos acerca de la obesidad o las burlas, lo que podría contribuir a la depresión. A esta edad, los adolescentes están comenzando a establecer relaciones convirtiéndose en auto-conscientes, así que las burlas pueden ser particularmente dolorosas.

Los esfuerzos de prevención dirigidos a ambos trastornos al mismo tiempo, cuando uno de ellos se diagnostica en adolescentes podrían ayudar en la disminución de su prevalencia y comorbilidad.
Cuando una adolescente recibe tratamiento para la depresión, debería considerarse la incorporación de estrategias relacionadas con la alimentación y la actividad saludable. El ejercicio puede ayudar en el tratamiento de la depresión, para empezar , por lo que parece ser una buena razón para combinar los esfuerzos de prevención de la depresión y la obesidad.

Marmorstein manifiesta desconocer por qué no se encontraron asociaciones a través del tiempo entre los dos trastornos en los adolescentes varones, pero maneja la hipótesis de que podría ser el resultado de diferentes procesos de desarrollo que conducen a la obesidad y la depresión en hombres y mujeres.

Jose Manuel Garrido Psicólogo. 
Experto Universitario en RRHH, Máster en Práctica Clínica y Forense y Especialista en Hipnosis Terapéutica. Titular del Centro Psicosoma Huelva, Psicólogo Online en Diván Psicólogos y Coordinador y Editor de Psicopedia. G+
(Fuente: psicopedia.org)

Psicóloga General Sanitaria de Isanep

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jueves, 11 de diciembre de 2014

La Autoestima

En el siguiente artículo podemos apreciar cómo las personas se ven afectadas al no desarrollar adecuadamente lo que todos ahora llamamos “autoestima”.

¿Pero qué es la autoestima?


Parece que es una palabra que está de moda y que la usamos con mucha frecuencia. Este artículo nos viene a definir este constructo, que dicho sea de paso, es flexible y se puede, afortunadamente, mejorar.



La autoestima se desarrolla gradualmente durante toda la vida, a medida que vamos comprendiendo y aprendiendo del mundo que nos rodea, adquiriendo experiencias que nos dictan cómo nos enfrentamos a las situaciones y de ahí, cómo nos definimos a nosotros mismos. Cada etapa aporta impresiones, sentimientos e incluso, complicados razonamientos sobre el Yo. El resultado es un sentimiento generalizado de valía (o de incapacidad) que se llama Autoestima.

Para desarrollar la autoestima positiva se necesita tener una actitud de confianza frente sí mismo y actuar con seguridad frente a terceros, ser abiertos y flexible, valorar a los demás y aceptarlos como son; ser capaz de ser autónomo en sus decisiones, tener comunicación clara y directa, tener una actitud empática, es decir, capaz de conectarse con las necesidades de sus congéneres, asumir actitudes de compromiso, ser optimista en sus actividades…etc.

También incluye aprender de los errores, cuando una persona se equivoca y es capaz de reconocer y enmendar su equivocación, no se limita a auto-culparse, ni culpar a los otros. Tener actitud creativa y ser capaz de asumir los riesgos que implica una nueva tarea y evitar la crítica destructiva nos preparará emocionalmente para fortalecer nuestra Autoestima.

Por tanto, la autoestima se construye diariamente con nuestra propia percepción y la interacción con las personas que nos rodean. En muchas ocasiones los demás se encargan de validarnos o desconfirmarnos la idea que tenemos sobre nosotros mismos, por lo que pueden tener un aspecto positivo constructivo (nos analizamos, validamos nuestras fortalezas, mejoramos nuestros defectos…) y un aspecto negativo destructivo (nos comparamos, aceptamos la crítica sin cuestionar, nos venimos abajo, desciende nuestra autoestima).

Tres son las dimensiones básicas que agrupan a los diferentes factores que componen la autoestima:


1. Relación con uno mismo

Necesitamos conocernos, hacernos conscientes de nuestro potencial y nuestras necesidades reales; conseguir amarnos incondicionalmente y confiar en nosotros para lograr objetivos, hacer cambios positivos independientemente de las limitaciones que podamos tener o de las circunstancias externas que estemos viviendo:

  • Autoconocimiento, ¿Qué piensas de ti? ¿Reconoces tus necesidades, habilidades, cualidades, debilidades, limitantes, etc.?
  • Autoaceptación, ¿Te aceptas tal y como eres? ¿Perdonas tus errores?
  • Autovaloración, ¿Valoras tus cualidades? ¿Valoras tus esfuerzos?
  • Autosuperación, ¿Lideras tu vida? ¿Sabes lo que quieres?
  • Autorespeto, ¿Permites que te traten mal? ¿Aceptas tus emociones?


2. Relación con las experiencias vividas

Estamos influidos por diversos factores a lo largo de nuestro crecimiento (físico y emocional) por lo que cada experiencia cuenta, cada hecho y cada persona aporta su grano de arena en la concepción que tenemos sobre el mundo. Por lo que la relación que tengamos con nuestro pasado, presente, y planes de futuro influirá en cómo somos actualmente, y en cómo nos valoramos:

  • Lo que se dice y se cuenta, ¿Cómo cuentas tu vida? ¿Cuál es tu carta de presentación?
  • Vive en lo mejor de ti, ¿Comparto más mis fracasos que mis éxitos? ¿Soy capaz de ver el lado bueno de las cosas?
  • Observa y rescata el aprendizaje de un pasado doloroso, ¿Tus experiencias dolorosas condicionan tu presente? ¿Eres capaz de sacar un aprendizaje de ello?
  • Revive el pasado triunfal, ¿Recuerdas tus logros? ¿Estás orgulloso/a de ellos?
  • Observa de forma neutral, ¿Qué cambios quieres o necesitas? ¿Estás creciendo?

3. Relación con los demás


  • Observa qué es tuyo y qué de los demás, ¿Quién puede llevar razón?
  • Atrévete a recibir lo que hay bueno para ti, todos tenemos derecho a experiencias positivas sin desconfiar o ponerlas en cuarentena por considerarlas “anormales para nosotros”.
  • Ser asertivo/a, tu comunicación también es importante
  • Aprende a gestionar las críticas, algunas serán constructivas y otras destructivas, hay que cuidarse de las últimas.

En definitiva, la autoestima está compuesta por una serie elementos que pueden afectar más o menos a nuestra condición, y que tomados en consideración harán que logremos su clara mejoría y en consecuencia un mayor bienestar psicológico y personal con nuestra situación.

Beatriz Cerezo Licenciada en Psicología por la Universidad de La Laguna. Centrada en la terapia desde una perspectiva Cognitiva, Estratégica y Sistémica aportada por el Máster Cognitivo Social (Universidad de Barcelona), junto a la metodología integradora aportada por el Postgrado Constructivista (UB).
(Fuente: Psicopedia.org)
María José Luna Jiménez


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miércoles, 10 de diciembre de 2014

Resumen de la guía de autoayuda: PREVENCION DEL SUICIDIO

El suicidio es una solución eterna para lo que a menudo no es más que un problema temporal
Edwin Shneidman, 1985

ALGUNOS DATOS IMPORTANTES SOBRE LA IDEACIÓN Y LA CONDUCTA SUICIDA

Qué debes hacer si… presentas ideación suicida:


  • Si sientes que la vida no merece la pena, que nadie puede ayudarte, que nada va a cambiar y que la única manera de acabar con el sufrimiento y con los problemas es dejar de vivir…
  • Si te sientes hundido, sin fuerzas, con cambios bruscos de humor, falta de interés por la vida, trastornos del sueño y tienes deseos de morir…  Si te estás refugiando en las drogas o en la bebida.
  • Si estás elaborando un plan de dónde, cuándo y cómo suicidarte y no puedes apartar la idea de tu mente.


Debes saber que:  No estás sólo.


  • Busca un amigo, un familiar, un médico, un psicólogo,  un psiquiatra, una enfermera, o un trabajador social u otro profesional de tu confianza y trasládale tus inquietudes. No mantengas en secreto tus pensamientos sobre el suicidio.
  • Busca la compañía de alguien que te aprecie y con quien te sientas a gusto.
  • Los pensamientos suicidas normalmente están asociados con problemas que sí pueden     resolverse.
  • El suicidio puede presentarse como una solución permanente ante un intenso dolor. Pero aunque no lo parezca, la desesperanza, el dolor y el vacío son estados temporales, no permanentes.
  • Que no se te ocurra ninguna solución, no significa que no haya soluciones, sino que ahora no eres capaz de verlas. Los tratamientos psicoterapéuticos y médicos te ayudarán a encontrar y valorar las opciones adecuadas.
  • Es normal que te sientas ambivalente. La mayoría de las personas que piensan en el suicidio realmente no desean morir, sino librarse de las circunstancias intolerables de la vida. Déjate ayudar y busca apoyo.
  • Las ideas de suicidio suelen ser pasajeras. Aunque ahora sientas que tu abatimiento no va a terminar, es importante recordar que las crisis no son permanentes.

Recuerda que no es bueno actuar de forma impulsiva. Puedes demorar cualquier decisión acerca del suicidio. Con el tiempo, las ideas de suicidio desaparecerán y te sentirás más capaz de enfrentarte a los problemas.

Aunque el problema que tienes ahora pueda ser muy grave, con el tiempo y la ayuda de profesionales, familiares y amigos, podrás verlo de una manera diferente, sin tanta intensidad y de forma más controlada.

 Las razones para vivir ayudan a superar momentos difíciles. Recuérdalas.

Piensa en las cosas que te han sostenido en los momentos difíciles: tu familia, tus amigos, tus aficiones, tus mascotas o tus proyectos de futuro.

 Ten en cuenta las veces que supiste salir de otros problemas, si otras veces lo conseguiste, esta vez: ¿por qué no vas a poder?

Sin embargo, debes saber que es posible recuperarse, superar estos sentimientos y tener una vida satisfactoria en la que no tengan cabida los pensamientos suicidas o que aprendas a vivir con ellos manteniéndote seguro/a.

Es importante que:


  • Pidas ayuda a un profesional. Necesitas ponerte en manos de profesionales.
  • Acudas a una persona de tu confianza, no sientas vergüenza y comunícale lo que te está sucediendo.
  • Te dejes ayudar.


¿QUÉ DEBES HACER SI… HAS REALIZADO UN INTENTO DE SUICIDIO?

En este momento es posible que te sientas confundido, exhausto, enfadado, humillado y/o avergonzado. Es normal, porque el propio intento y las reacciones de la gente pueden dejarte desorientado.

  1. Concertar una cita de seguimiento con un profesional de salud mental lo antes posible (psicólogo y psiquiatra), ellos te podrán ayudar. Si te resulta difícil buscar esta ayuda por tu cuenta, recurre a un amigo o familiar para que te ayude a gestionarla
  2. Pedir información sobre lo que te ha ocurrido, las consecuencias y el tratamiento recibido.
  3. Pedir información y buscar recursos o asociaciones de tu zona donde puedan darte orientación y apoyo (ver última página de esta Guía).
  4. Crear un PLAN DE SEGURIDAD. La finalidad de este plan es reducir el riesgo de realizar otro intento. Lo mejor será que lo redactes para que lo tengas a mano cuando lo necesites. Puedes contar con la ayuda de tu psicólogo, tus familiares o amigos para su redacción


Existen una serie de factores sociales, familiares y personales que disminuyen la probabilidad de aparición de los pensamientos, intentos y/o conductas suicidas y que, por tanto, habrá que promover y reforzar para así poder disminuir la probabilidad de su aparición.

Algunas formas de promover y reforzar estos factores son:


  • Construir y/o mantener un sistema de apoyo
  • Busca una persona en quien confíes y con quien puedas hablar con sinceridad, sobre todo en caso de volver a tener pensamientos suicidas. De hecho, tener más de una persona de confianza puede ser de gran ayuda. Esta persona puede ser un miembro de tu familia o un amigo.
  • Si colaboras con él/ella y le mantienes informado sobre tus pensamientos, deseos y sentimientos, puede ayudarte en tu recuperación y prevenir otro intento de suicidio. Es muy importante que seas sincero con esta persona. No te guardes tus pensamientos suicidas.
  • En cuanto tengas pensamientos suicidas debes contactar con tu persona de confianza sin demora. Si sientes soledad, recuerda que dispones de alguien que conoce tu problema y se preocupa por ti.
  • No caigas en el error de creer que nadie te puede ayudar. Deja que lo intenten. Únicamente será imposible ayudarte si eres tú quien no lo permite.

Aprende a vivir nuevamente y recupera el control de tu vida


  • Volver a sentir la vida como placentera puede llevarte un tiempo, pero algo que lo puede facilitar es:
  • Desarrollar una rutina
  • Establecer un horario para las comidas y las horas de sueño, hacer que tus actividades sean regulares y dejar que con el tiempo se siga normalizando tú día a día.
  • Puede que durante tu proceso de recuperación, tu entorno no te motive y te parezca desolador, pero llevar a cabo una rutina te puede favorecer a volver a ver la vida de una forma agradable y gratificante.
  • Dedicarte a tus aficiones y pasatiempos
  • Ésta es una buena manera de ayudarte a enfrentar los momentos difíciles, especialmente si los compartes y practicas con más personas. Es muy importante realizar actividades que en el pasado te resultaran satisfactorias, porque si tus pensamientos negativos regresan, podrás recurrir a ellas para sentirte cómodo. No puedes focalizar tu vida y tu felicidad, solamente sobre una persona o cosa. Planifica actividades diarias, escríbelas y ponlas en un lugar visible. Incluye al menos dos actividades diarias, de más de media hora cada una, que te gusten. Al principio, no seas muy exigente contigo mismo. No esperes a volver a tener ganas para retomar tus aficiones. Las vas a recuperar gradualmente. Obligarte poco a poco, en la medida de tus posibilidades, hará que recuperes progresivamente tu capacidad de disfrutar.


Identifica las señales de riesgo o detonantes de tu malestar


  1. Identifica la causa o comienzo de los pensamientos suicidas. Reflexiona (si es posible, mejor en compañía), sobre la situación que te llevó a este tipo de pensamientos o actos. Puede que sea una fecha, un acontecimiento, un comentario, un objeto... ¿Cuál fue la “gota que colmó el vaso”? Procura reducir el efecto de estos eventos o circunstancias al mínimo y trata de evitarlos o responder ante ellos de una forma diferente. Puede ayudarte llevar un diario donde registres tus estados de ánimo, pensamientos y planes.
  2. Aprende a reconocer cuando vas a tener una crisis aguda, te ayudará a saber cuándo debes poner en marcha tu PLAN DE SEGURIDAD y, por lo tanto, a recurrir a tiempo a las personas que te pueden ayudar.
  3. Pon en marcha tu PLAN DE SEGURIDAD. Si le cuentas a tus personas de confianza cuáles son estas circunstancias, ellas podrán apoyarte. Si cuentas con su ayuda, quizás puedas pactar un “contrato de no autoagresión”, que te refuerce en los momentos de mayor fragilidad. Recuerda que el impulso suicida, por su propia naturaleza, es siempre transitorio.
  4. No utilices las amenazas suicidas ni el intento de suicidio para intentar conseguir algo que no eres capaz de lograr de otra manera. Por lo general, en el caso de que tengas éxito, este será pasajero. Nada se mantiene bajo la amenaza de suicidarse. No podemos pretender mantener a alguien a nuestro lado o conseguir algo bajo la amenaza y la manipulación.


Resumen de la guía de autoayuda: PREVENCIÓN DEL SUICIDIO.  
María del Águila Gutiérrez Rodriguez. AN08181.

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lunes, 1 de diciembre de 2014

ESTRUCTURAS CEREBRALES IMPLICADAS EN LA DISLEXIA

La dislexia se define como una dificultad específica del aprendizaje de la lectura que se manifiesta con mayor intensidad en la etapa escolar.



No se trata de un trastorno madurativo, sino de un trastorno crónico que perdura a lo largo de la vida, aunque su expresión varía con la edad.

A nivel cerebral, los niños disléxicos presentan una asimetría en el plano temporal, mientras que la mayoría de las personas tienen mas desarrollados en plano temporal izquierdo, los niños disléxicos presentan un predominio del lado derecho.

Con respecto al lóbulo parietal, Benson asoció la dislexia  a una deficiencia en la asociación parietal de la información entre los centros visuales y los del lenguaje, o bien una alteración de las relaciones entre los hemisferios.

El cuerpo callosos de estos niños es de menor tamaño con respecto al de los niños sanos, con afectación para la trasmisión de información que eso conlleva.

La dislexia afecta a las habilidades lingüísticas relacionadas con la lecto-escritura, como la discriminación fonológica, la descodificación visual, la memoria a corto plazo, la percepción y la secuenciación.

En cuanto a la actividad cortical, se ha observado que hay una baja actuación en las regiones posteriores del hemisferio izquierdo, como el área de wercnike, el giro angular o el cortex estriado.

En muchas ocasiones, la dislexia va asociada a otros problemas como la inmadurez psicomotriz, problemas del equilibrio, alteraciones visomotoras.  También presenta comorbilidad con el TDAH de subtipo inatento.

Bibliografía:  Ardila a y Roselli, 2005, Neuropsicología de los trastornos del aprendizaje 8 México) Manual Moderno

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