Trastornos alimentarios: Anorexia Nerviosa (AN) y Bulimia Nerviosa (BN). Cómo ayudar desde el entorno familiar
Se
entiende por trastornos alimentarios aquellas alteraciones en las que
la conducta alimentaria está alterada, fundamentalmente como
consecuencia de los dramáticos intentos por controlar su cuerpo y su
peso las personas que lo padecen.
Los trastornos alimentarios más conocidos son los llamados específicos, que incluyen la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones.
Aunque
existen diferencias entre anorexia y bulimia nerviosa, no cabe duda
que tienen muchas características en común. En definitiva, lo que
caracteriza estos trastornos son las distorsiones cognitivas que
surgen de las ideas sobrevaloradas de delgadez. Estas ideas les
llevan a adoptar reglas dietéticas estrictas e inflexibles por un
miedo mórbido a engordar. Estas personas juzgan su autovalía en
función de su peso y su figura.
Los TCA con frecuencia aparecen durante la adolescencia o en adultos jóvenes, aunque también pueden desarrollarse durante la infancia o más tarde en el curso de la vida. Afectan a hombres y mujeres, aunque los hombres con trastornos alimentarios presentan los mismos signos y síntomas que las mujeres, son mucho menos diagnosticados, por lo que a menudo han sido considerados trastornos vinculados al sexo femenino.
Los
trastornos de la alimentación
son uno de esos secretos tácitos que afectan a muchas familias en el
mundo occidental. Millones de personas y sus familias se ven
afectadas por esta enfermedad, y la mayoría de ellas, hasta un 90
por ciento, son mujeres adolescentes.
Los
trastornos de la alimentación (anorexia y
bulimia, principalmente) pueden afectar hasta
el 5 por ciento de la población adolescente,
y muy a menudo, desde las familias y entornos cercanos no sabemos qué
hacer o cómo comportarnos para ayudar en el proceso de recuperación
de un ser querido afectado por esta grave patología.
Aunque
será el terapeuta o equipo médico responsable quién con toda
seguridad orientará a la familia sobre el mejor modo de actuar, a
continuación se ofrecen algunos consejos que pueden ayudar a
afrontar esta situación:
-
Aceptar que no hay soluciones rápidas y
fáciles para la recuperación de un
trastorno alimentario. Los psicólogos, psiquiatras, médicos y
terapeutas no tienen una cura milagrosa. Para conseguir una
recuperación duradera, es necesario realizar cambios en la actitud y
el comportamiento y estos cambios llevan su tiempo.
-
Adaptarse a los cambios
que se van produciendo en la persona afectada. Es importante trabajar
con tu ser querido y su terapeuta para averiguar lo que estos cambios
implican. Este proceso no será fácil y no debes esperar cooperación
o agradecimiento.
-
Deben evitarse los debates o discusiones sobre
el peso y la comida. Si te preocupa una
pérdida excesiva de peso, la deshidratación u otras señales de
peligro médico, contacta con el equipo o terapeuta que esté
llevando el caso, pero no entres a discutir o valorar.
-
Expresar amor y afecto,
tanto verbal como físicamente, y evitar los
sermones sobre la alimentación o las
demandas de aumento de peso. Admite que a veces puedes llegar a
enfadarte y a sentirte impotente, pero hazle ver que estos
sentimientos no tienen que ver con su persona.
-
Utilizar formas de compartir y socializar que
no impliquen alimentos.
-
No hacer dieta! Es muy
difícil ayudar a una persona con un trastorno de alimentación a
desarrollar actitudes saludables sobre la pérdida de peso y la
delgadez cuando las personas de su entorno están reforzando la
importancia de la pérdida de peso.
-
Evitar las luchas de poder y tener en
cuenta que las personas con trastornos alimentarios suelen ser
bastante ambivalentes acerca de mejorar. A veces es posible que
quieran recuperarse, y otras veces es posible que quieran volver a la
seguridad y la protección de sus rituales.
La
importancia y severidad que pueden llegar a alcanzar este tipo de
trastornos hacen necesaria una intervención rápida, que debe ser
demandada por la familia ante las primeras señales de aviso.
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