miércoles, 14 de enero de 2015

EL CEREBRO DE LOS DISLEXICOS SE ACTIVA DE MANERA DIFERENTE

Dislexia y activación mental


Hoy os dejamos un interesante post publicado en la revista MUY INTERESANTE por la Neuropsicóloga de UNOBRAIN Marisa Fernández sobre un estudio realizado con niños disléxicos y sanos entre 11 y 12 años para ver como es la activación cerebral de los niños al realizar tareas de lectura.

En dicho estudio se observó que existe mas activación cerebral al realizar la lectura en los niños sanos que en los disléxicos, teniendo por tanto estos últimos que compensar dicha dificultad con lo que las tarea de lectura se les hace más complicada.

Si queréis profundizar más sobre el artículo os dejamos el enlace
http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/ninos-con-dislexia-un-cerebro-que-se-activa-de-forma-distinta-541419841851

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lunes, 12 de enero de 2015

Anorexia y bulimia. Ayudar desde el entorno de la familia.

Trastornos alimentarios: Anorexia Nerviosa (AN) y Bulimia Nerviosa (BN). Cómo ayudar desde el entorno familiar

Se entiende por trastornos alimentarios aquellas alteraciones en las que la conducta alimentaria está alterada, fundamentalmente como consecuencia de los dramáticos intentos por controlar su cuerpo y su peso las personas que lo padecen.


Los trastornos alimentarios más conocidos son los llamados específicos, que incluyen la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones.

Aunque existen diferencias entre anorexia y bulimia nerviosa, no cabe duda que tienen muchas características en común. En definitiva, lo que caracteriza estos trastornos son las distorsiones cognitivas que surgen de las ideas sobrevaloradas de delgadez. Estas ideas les llevan a adoptar reglas dietéticas estrictas e inflexibles por un miedo mórbido a engordar. Estas personas juzgan su autovalía en función de su peso y su figura.

Los TCA con frecuencia aparecen durante la adolescencia o en adultos jóvenes, aunque también pueden desarrollarse durante la infancia o más tarde en el curso de la vida. Afectan a hombres y mujeres, aunque los hombres con trastornos alimentarios presentan los mismos signos y síntomas que las mujeres, son mucho menos diagnosticados, por lo que a menudo han sido considerados trastornos vinculados al sexo femenino.

Los trastornos de la alimentación son uno de esos secretos tácitos que afectan a muchas familias en el mundo occidental. Millones de personas y sus familias se ven afectadas por esta enfermedad, y la mayoría de ellas, hasta un 90 por ciento, son mujeres adolescentes.
Los trastornos de la alimentación (anorexia y bulimia, principalmente) pueden afectar hasta el 5 por ciento de la población adolescente, y muy a menudo, desde las familias y entornos cercanos no sabemos qué hacer o cómo comportarnos para ayudar en el proceso de recuperación de un ser querido afectado por esta grave patología.
Aunque será el terapeuta o equipo médico responsable quién con toda seguridad orientará a la familia sobre el mejor modo de actuar, a continuación se ofrecen algunos consejos que pueden ayudar a afrontar esta situación:
- Aceptar que no hay soluciones rápidas y fáciles para la recuperación de un trastorno alimentario. Los psicólogos, psiquiatras, médicos y terapeutas no tienen una cura milagrosa. Para conseguir una recuperación duradera, es necesario realizar cambios en la actitud y el comportamiento y estos cambios llevan su tiempo.
- Adaptarse a los cambios que se van produciendo en la persona afectada. Es importante trabajar con tu ser querido y su terapeuta para averiguar lo que estos cambios implican. Este proceso no será fácil y no debes esperar cooperación o agradecimiento.
- Deben evitarse los debates o discusiones sobre el peso y la comida. Si te preocupa una pérdida excesiva de peso, la deshidratación u otras señales de peligro médico, contacta con el equipo o terapeuta que esté llevando el caso, pero no entres a discutir o valorar.
- Expresar amor y afecto, tanto verbal como físicamente, y evitar los sermones sobre la alimentación o las demandas de aumento de peso. Admite que a veces puedes llegar a enfadarte y a sentirte impotente, pero hazle ver que estos sentimientos no tienen que ver con su persona.
- Utilizar formas de compartir y socializar que no impliquen alimentos.
- No hacer dieta! Es muy difícil ayudar a una persona con un trastorno de alimentación a desarrollar actitudes saludables sobre la pérdida de peso y la delgadez cuando las personas de su entorno están reforzando la importancia de la pérdida de peso.
- Evitar las luchas de poder y tener en cuenta que las personas con trastornos alimentarios suelen ser bastante ambivalentes acerca de mejorar. A veces es posible que quieran recuperarse, y otras veces es posible que quieran volver a la seguridad y la protección de sus rituales.
La importancia y severidad que pueden llegar a alcanzar este tipo de trastornos hacen necesaria una intervención rápida, que debe ser demandada por la familia ante las primeras señales de aviso.

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lunes, 29 de diciembre de 2014

Autorregulación en la terapia de pareja

Terapia de Pareja

Los problemas en la relación de pareja son una de las principales fuentes de infelicidad, ansiedad y depresión.


En su convivencia, todas las parejas se van a enfrentar a una serie de problemas, conflictos que resolver y discrepancias que afrontar. En algunas relaciones, las parejas se instalan con facilidad en un enfrentamiento continuado, al partir de la idea de que el fin del conflicto pasa por el cambio del “otro”, ya que es “la causa de que las cosas no funcionen”. En estos contextos las amenazas, los reproches o “los silencios” forman parte cotidiana de la vida en común. La convivencia se carga de críticas, enfados y riñas, y se abandonan las dinámicas de afecto, amor y cuidado.

Un modelo de trabajo para parejas puede ser la autorregulación y el autocontrol  para conseguir el objetivo de focalizar la atención para cambiar sus pensamientos, comportamientos y afectos para de ese modo, aumentar la satisfacción personal con la relación. Se buscaría de esta manera potenciar a la persona para que cambie su relación y no tanto  buscar para que cambie  “el otro”.



El objetivo es cambiar la relación partiendo del cambio personal.


En este proceso se podrían  trabajar las siguientes competencias:

  • Autovaloración: se precisan con exactitud las debilidades y fortalezas de las formas de actuar propias y de la pareja en momentos específicos, detallando las acciones, pensamientos y emociones presentes. Se analizan, sin culpa ni hostilidad, los factores contextuales y situaciones estresantes y las dificultades personales que pueden facilitar o promover determinadas pautas propias o de la pareja. Por ejemplo, evaluar situaciones de discusión identificando el funcionamiento personal que han podido ayudar a perjudicar en la interacción.
  • Marcar objetivos personales: se definen acciones específicas que la persona puede llevar a cabo para promover un funcionamiento en la pareja más satisfactorio. Siguiendo con el ejemplo de las discusiones, la persona establece qué nuevas pautas de comunicación va a potenciar, cómo va a responder a determinados comentarios de su pareja o qué tipo de pensamiento va a modificar o cambiar.
  • Planificar el cambio: se detalla de manera precisa cómo se va a actuar para alcanzar los objetivos marcados. Se ensayan las nuevas formas de actuar y se busca el momento mejor para mantener un diálogo con la pareja en el que se pongan en práctica los nuevos comportamientos.
  • Autoevaluación de los esfuerzos de cambio: se valora la tarea respecto a su adecuación en relación a los objetivos y se planifican posibles ajustes o modificaciones si fuese necesario.


María José Carrasco Galán, Técnica de autocontrol. Ediciones Pirámide
María José Luna, Psicóloga General Sanitaria de ISANEP



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NAVIDAD y las compras navideñas

¿Compras compulsivas y gasto desmesurado en las fiestas navideñas?

Llega la Navidad y en estas fechas todos nos vemos con la obligación de alguna u otra forma de gastar dinero en regalos, dulces, comidas… etc.

Analicemos una de las patologías que suelen tener con respecto al gasto.


Algunas personas sienten el deseo irrefrenable de adquirir objetos en la mayoría de los casos innecesarios e incluso repetitivos. Aparece un estado de ansiedad o irritación que sólo se calma cuando se ha satisfecho la compra. Una vez hecha la compra, se experimenta una sensación de alivio seguida, posteriormente, de intensos sentimientos de culpa. Se compran cosas que, nada más ser adquiridas, pierden interés, tirándose muchos de los artículos comprados, regalándolos o escondiéndolos.



Las personas con este problema suelen tener un alto nivel de endeudamiento por el nivel de gasto, lo que acarrea a su vez graves perjuicios personales y/o familiares.

Según un estudio impulsado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en coordinación con otras entidades regionales, un 33 por ciento de la población adulta (32 por 100 de los hombres y 34 por 100 de las mujeres) tiene problemas de adicción a la compra, de compra impulsiva y de falta de control del gasto; un 18 por 100 presenta un nivel importante de adicción y un 3 por 100 llega a niveles que pueden considerarse patológicos.

El tratamiento psicológico para poder reducir estas compras impulsivas pasaría por la autoobservación y registro de los gastos y las compras efectuadas, pautas de control estimular, limitándose el acceso a las cuentas y tarjetas de crédito y la cantidad de dinero diario disponible, junto con la evitación de lugares y situaciones de riesgo que le inducían a comprar.

Si tienes algún problema de este tipo no dudes en acudir a nuestro Gabinete de Psicología General Sanitaria ISANEP

María José Luna, Psicóloga General Sanitaria. Nº Colegiada AN-08316

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jueves, 18 de diciembre de 2014

La sobreprotección

¿Qué entendemos por sobreprotección?

¿somos conscientes del perjuicio que causamos a nuestros hijos?

En el siguiente artículos vemos como los procesos de cuidados a nuestros hijos pueden dañarlos sin que nos demos cuenta de ello.

En el artículo se analizan cuales son los peligros que conlleva no saber o no detectar a tiempo la conducta de los padres en el cuidado a sus hijos.



La raza humana, como muchas razas animales, posee el instinto de protección al prójimo de manera innata. Una vez la mujer da a luz, su organismo genera una serie de hormonas cuyo objetivo es facilitar la supervivencia del recién nacido.

Los humanos somos los que más alargamos el periodo de cuidado de nuestros hijos; mientras algunos animales se separan de ellos al poco tiempo de nacer, la raza humana dedica años al cuidado y la crianza, por razones obvias; dado que nuestro cerebro adquiere las capacidades de manera escalonada y las va perfeccionando poco a poco, nuestra supervivencia quedaría en peligro sin el cuidado de un mayor.

Este proceso de cuidado hace referencia a la denominada “protección”. Si dejamos a un lado este aspecto instintivo y miramos más allá, encontramos en muchos padres la voluntad de “sobreprotección”. Se da cuando no solo se cubren las necesidades básicas de los hijos, sino que, además, se les imposibilita el uso y desarrollo de las capacidades personales a medida que van adquiriéndolas.

Son padres que hablan por sus hijos, sin darles la oportunidad de elegir; que solucionan todos sus problemas, sin darles la oportunidad de aprender de ellos; que no establecen normas de comportamiento y que no ofrecen consecuencias a determinadas conductas, para evitarles un sufrimiento que, para muchos, puede dañar su autoestima y la relación familiar.

Pero, ¿qué verdad existe en las creencias que comparten los padres sobreprotectores? Quizás la sobreprotección tenga beneficios a corto plazo.


En un momento dado, parece razonable pensar que dicha sobreprotección puede hacer feliz a la persona. No obstante, si miramos más allá y entendemos la figura del niño como adulto en un futuro (mucho menos lejano del que muchos padres se imaginan), entenderemos que a largo plazo no genera beneficios para nuestro hijo.

¿Qué peligros conlleva la sobreprotección?

1- Imposibilidad de desarrollar sus habilidades

Con la sobreprotección estamos impidiendo el desarrollo de habilidades tan importantes como la solución de problemas, la generación de alternativas, la empatía y la autonomía, entre otros.
La primera fuente de aprendizaje significativo se da mediante la experiencia directa, y para que se dé, deben darse experiencias directas. El niño que no se cae en el parque no entiende que debe ir con cuidado si no se quiere lastimar. El niño que no necesita pedir agua porque siempre la tiene disponible, no va a aprender a verbalizar sus necesidades. El niño al que no se le asignan pequeñas responsabilidades adaptadas a su edad, no aprenderá a hacerse cargo de asuntos importantes.

Las habilidades se mejoran con la práctica. Si no hay práctica, no mejoran. Si no mejoran, estamos mermando la capacidad de desarrollo personal.

2- Inseguridad

Con el tiempo, estaremos creando personas inseguras. Si no le hemos dado las herramientas para solucionar sus propios problemas sin la ayuda de los demás, se verá incapaz de enfrentarse a ello por sí solo.

3- Personalidad dependiente

Ante lo anterior, desarrollará una personalidad dependiente que le imposibilitará dar un paso sin la ayuda de los demás. De esta manera, la sobreprotección imposibilita la autonomía personal. A la larga, además, su autoestima y su autoconcepto también pueden verse mermados.

4- Imposibilidad de aprender de sus errores

Si evitamos que el niño se haga cargo de sus responsabilidades, estaremos impidiendo que sea consciente de sus puntos fuertes y sus puntos débiles. No podrá recibir información de lo que debe mejorar, de la misma manera que tampoco podrá demostrar qué realiza de manera correcta para conseguir el refuerzo de la sociedad.

Esta privación de feedback personal mermará su capacidad de autocrítica, por lo que no sabrá aceptar sus errores ni aprender de ellos.

5- Insatisfacción

Todo ello, con los años, genera insatisfacción generalizada. A la larga, esta insatisfacción puede afectar a todos los ámbitos de la vida, sobre todo al personal. Con la sobreprotección, al niño convertido en adulto se le hará verdaderamente difícil mantener una vida ordenada y positiva; pueden ser frecuentes los problemas laborales, las relaciones tóxicas, y la imposibilidad de crear vínculos positivos basados en el respeto hacia la otra persona y hacia sí mismo.

Si bien puede parecer razonable querer educar a nuestros hijos sin ningún tipo de preocupaciones para poder garantizar su felicidad, con el paso de los años esta sobreprotección puede crear adultos no preparados para las situaciones que genera la vida. El proceso de crianza infantil debe contener también unas dosis de responsabilidad muy necesaria hoy en día.

Mireia Navarro Licenciada en Psicología (Universitat de València), con Master en Psicología y Gestión Familiar. Experiencia en psicología clínica y educativa. Servicio de Psicología domiciliaria. Intervención en contextos naturales
(Fuente: psicopedia.org)
Psicóloga General Sanitaria de Isanep

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lunes, 15 de diciembre de 2014

DEPRESIÓN Y OBESIDAD

Vemos en el siguiente artículo como Marmorstein ha conseguido resultados en su estudio que nos llevan a pensar en la relación entre la depresión y la obesidad.



La autora aclara que este estudio no fue diseñado para investigar las razones de estas asociaciones, pero sí que sería posible establecer algunas explicaciones, como que una persona al padecer depresión puede conducir a la obesidad a través de un aumento del apetito, de los patrones de sueño o de la falta de actividad física, y a la inversa, la obesidad puede llevar a la depresión por el aumento del peso, la falta de autoestima.



La depresión y la obesidad se han asociado habitualmente, pero cómo evoluciona esta relación a lo largo del tiempo no está del todo claro. Una nueva investigación realizada en la Universidad de Rutgers-Camden muestra que las adolescentes que sufren cualquiera de estas dos enfermedades tiene un mayor riesgo de padecer la otra a medida que crecen.

“La adolescencia es un periodo de desarrollo clave para la obesidad y la depresión, así que pensamos que sería significativo estudiar la aparición de estos trastornos a una edad temprana”, dice Naomi Marmorstein, profesora asociada de psicología en la Rutgers-Camden.

Mediante la evaluación de una muestra de más de 1.500 hombres y mujeres en Minnesota durante un período de más de 10 años, Marmorstein y dos colegas encontraron que la depresión que aparece en la adolescencia temprana en las mujeres predice la obesidad al final de la adolescencia.

Por otra parte, la obesidad que se produce en la adolescencia tardía en las mujeres predice la aparición de la depresión en la adultez temprana. No se encontraron asociaciones significativas entre los dos trastornos a lo largo del tiempo en los varones de este estudio.

Cuando los investigadores han intentado establecer relaciones temporales entre obesidad y depresión los resultados no han sido claros. Algunos encontraron que la depresión y la obesidad van de la mano, mientras que otros no vieron esa conexión. Este estudio ha tratado de dar el siguiente paso en el esclarecimiento de esta relación, siguiendo en el tiempo a una muestra de jóvenes de entre 11 y 24 años.

El método utilizado en la investigación incluyó la recurrencia o persistencia de la depresión y la obesidad a lo largo del tiempo en lugar de centrarse en el inicio de cada trastorno. Los participantes en el estudio de Marmorstein fueron evaluados a los 11, 14, 17, 20 y 24 años mediante el uso de mediciones de altura y peso y el diagnóstico basado en entrevistas clínicas de trastorno depresivo mayor.

Marmorstein hace hincapié en que este estudio no fue diseñado para investigar las razones de estas asociaciones, pero sí que es posible establecer algunas explicaciones. Para la autora del estudio la depresión puede conducir a la obesidad a través de un aumento del apetito, de los patrones de sueño o de la falta de actividad física, mientras que la obesidad puede llevar a la depresión debido a variables como el estigma del peso, la falta de autoestima y la movilidad reducida.

Cuando una persona es joven aún están en desarrollo sus patrones de alimentación y de actividad, así como los mecanismos de supervivencia “, explica Marmorstein “En esta línea, si se llega a experimentar un episodio depresivo a los 14 años, es razonable pensar que exista un mayor riesgo de establecerse patrones poco saludables que perduren en el tiempo”.

Un niño que es obeso puede ser más susceptible a los mensajes sociales negativos acerca de la obesidad o las burlas, lo que podría contribuir a la depresión. A esta edad, los adolescentes están comenzando a establecer relaciones convirtiéndose en auto-conscientes, así que las burlas pueden ser particularmente dolorosas.

Los esfuerzos de prevención dirigidos a ambos trastornos al mismo tiempo, cuando uno de ellos se diagnostica en adolescentes podrían ayudar en la disminución de su prevalencia y comorbilidad.
Cuando una adolescente recibe tratamiento para la depresión, debería considerarse la incorporación de estrategias relacionadas con la alimentación y la actividad saludable. El ejercicio puede ayudar en el tratamiento de la depresión, para empezar , por lo que parece ser una buena razón para combinar los esfuerzos de prevención de la depresión y la obesidad.

Marmorstein manifiesta desconocer por qué no se encontraron asociaciones a través del tiempo entre los dos trastornos en los adolescentes varones, pero maneja la hipótesis de que podría ser el resultado de diferentes procesos de desarrollo que conducen a la obesidad y la depresión en hombres y mujeres.

Jose Manuel Garrido Psicólogo. 
Experto Universitario en RRHH, Máster en Práctica Clínica y Forense y Especialista en Hipnosis Terapéutica. Titular del Centro Psicosoma Huelva, Psicólogo Online en Diván Psicólogos y Coordinador y Editor de Psicopedia. G+
(Fuente: psicopedia.org)

Psicóloga General Sanitaria de Isanep

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jueves, 11 de diciembre de 2014

La Autoestima

En el siguiente artículo podemos apreciar cómo las personas se ven afectadas al no desarrollar adecuadamente lo que todos ahora llamamos “autoestima”.

¿Pero qué es la autoestima?


Parece que es una palabra que está de moda y que la usamos con mucha frecuencia. Este artículo nos viene a definir este constructo, que dicho sea de paso, es flexible y se puede, afortunadamente, mejorar.



La autoestima se desarrolla gradualmente durante toda la vida, a medida que vamos comprendiendo y aprendiendo del mundo que nos rodea, adquiriendo experiencias que nos dictan cómo nos enfrentamos a las situaciones y de ahí, cómo nos definimos a nosotros mismos. Cada etapa aporta impresiones, sentimientos e incluso, complicados razonamientos sobre el Yo. El resultado es un sentimiento generalizado de valía (o de incapacidad) que se llama Autoestima.

Para desarrollar la autoestima positiva se necesita tener una actitud de confianza frente sí mismo y actuar con seguridad frente a terceros, ser abiertos y flexible, valorar a los demás y aceptarlos como son; ser capaz de ser autónomo en sus decisiones, tener comunicación clara y directa, tener una actitud empática, es decir, capaz de conectarse con las necesidades de sus congéneres, asumir actitudes de compromiso, ser optimista en sus actividades…etc.

También incluye aprender de los errores, cuando una persona se equivoca y es capaz de reconocer y enmendar su equivocación, no se limita a auto-culparse, ni culpar a los otros. Tener actitud creativa y ser capaz de asumir los riesgos que implica una nueva tarea y evitar la crítica destructiva nos preparará emocionalmente para fortalecer nuestra Autoestima.

Por tanto, la autoestima se construye diariamente con nuestra propia percepción y la interacción con las personas que nos rodean. En muchas ocasiones los demás se encargan de validarnos o desconfirmarnos la idea que tenemos sobre nosotros mismos, por lo que pueden tener un aspecto positivo constructivo (nos analizamos, validamos nuestras fortalezas, mejoramos nuestros defectos…) y un aspecto negativo destructivo (nos comparamos, aceptamos la crítica sin cuestionar, nos venimos abajo, desciende nuestra autoestima).

Tres son las dimensiones básicas que agrupan a los diferentes factores que componen la autoestima:


1. Relación con uno mismo

Necesitamos conocernos, hacernos conscientes de nuestro potencial y nuestras necesidades reales; conseguir amarnos incondicionalmente y confiar en nosotros para lograr objetivos, hacer cambios positivos independientemente de las limitaciones que podamos tener o de las circunstancias externas que estemos viviendo:

  • Autoconocimiento, ¿Qué piensas de ti? ¿Reconoces tus necesidades, habilidades, cualidades, debilidades, limitantes, etc.?
  • Autoaceptación, ¿Te aceptas tal y como eres? ¿Perdonas tus errores?
  • Autovaloración, ¿Valoras tus cualidades? ¿Valoras tus esfuerzos?
  • Autosuperación, ¿Lideras tu vida? ¿Sabes lo que quieres?
  • Autorespeto, ¿Permites que te traten mal? ¿Aceptas tus emociones?


2. Relación con las experiencias vividas

Estamos influidos por diversos factores a lo largo de nuestro crecimiento (físico y emocional) por lo que cada experiencia cuenta, cada hecho y cada persona aporta su grano de arena en la concepción que tenemos sobre el mundo. Por lo que la relación que tengamos con nuestro pasado, presente, y planes de futuro influirá en cómo somos actualmente, y en cómo nos valoramos:

  • Lo que se dice y se cuenta, ¿Cómo cuentas tu vida? ¿Cuál es tu carta de presentación?
  • Vive en lo mejor de ti, ¿Comparto más mis fracasos que mis éxitos? ¿Soy capaz de ver el lado bueno de las cosas?
  • Observa y rescata el aprendizaje de un pasado doloroso, ¿Tus experiencias dolorosas condicionan tu presente? ¿Eres capaz de sacar un aprendizaje de ello?
  • Revive el pasado triunfal, ¿Recuerdas tus logros? ¿Estás orgulloso/a de ellos?
  • Observa de forma neutral, ¿Qué cambios quieres o necesitas? ¿Estás creciendo?

3. Relación con los demás


  • Observa qué es tuyo y qué de los demás, ¿Quién puede llevar razón?
  • Atrévete a recibir lo que hay bueno para ti, todos tenemos derecho a experiencias positivas sin desconfiar o ponerlas en cuarentena por considerarlas “anormales para nosotros”.
  • Ser asertivo/a, tu comunicación también es importante
  • Aprende a gestionar las críticas, algunas serán constructivas y otras destructivas, hay que cuidarse de las últimas.

En definitiva, la autoestima está compuesta por una serie elementos que pueden afectar más o menos a nuestra condición, y que tomados en consideración harán que logremos su clara mejoría y en consecuencia un mayor bienestar psicológico y personal con nuestra situación.

Beatriz Cerezo Licenciada en Psicología por la Universidad de La Laguna. Centrada en la terapia desde una perspectiva Cognitiva, Estratégica y Sistémica aportada por el Máster Cognitivo Social (Universidad de Barcelona), junto a la metodología integradora aportada por el Postgrado Constructivista (UB).
(Fuente: Psicopedia.org)
María José Luna Jiménez


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